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miércoles, 23 de septiembre de 2009

Réquiem

Un rato más tarde me senté, dormité y comprendí que era una pena que arrastraría, un par de metros detrás, toda la vida. A veces las cosas llegan tarde y a uno le queda solamente imaginar qué lindo sería si así no fuera. ¿Dónde estuvo la smile shutter cuando estuvo ella? De haberla tenido, hoy habría en mi pupila otra Quetita. Mueca vieja, enorme, torpe e inocente, pelo blanco de historias, de dolores, de arrebatos. Ojos lindos, vencidos y apagados. El sillón rojo, aún más antiguo, y el té chino, calientísimo, cual preludio indiscutible de una buena carcajada. En la radio un bolerito le alegraba las mañanas al cuadro del Jesusito, que orgulloso nos mostraba corazón enrojecido, y que un mal día, porque quiso, habría de llevarse a mi abuelita allí tan lejos.

Sospecho que ayer me dijo, con la joda de siempre: vive más y piensa menos. Me encantaría escribir que siempre hablo con ella, que es mi confidente, mi jueza, mi amiga; pero la sinceridad es presidenta de este blog. Esta vez, esta única vez, (creo que) habló, y lo que es mejor aún, la oí. Hoy, decido escribir con la convicción decepcionante del que no se va a responder nada. Lo que me dijo Quetita no tiene otra interpretación que la de disfrutar más las cosas, porque de repente ese futuro para el que nos preparamos tantísimo y desde hace tantísimo tiempo (sospecho, desde el incalificable día que me llevaron al nido) se puede ver fácilmente eliminado de un segundo a otro por un dedo asustado en un gatillo, por “Johnnie Walker” manejando tu carro o algún otro, la boludez del mecánico de avión o un grupo de células anormales (muy de moda en estos días). ¿Es que no hay nadie ya en el mundo que se muera de viejo? Es como si la vida nos la quitásemos nosotros mismos, sin que ella se quiera ir porque quiere. Porque ya expiró. Porque ya no hay cabos sueltos. Esta filosofada mortífera es hija de un pensamiento terrible: que no hay ABSOLUTAMENTE NADA de lo que podamos estar seguros en la vida. NADA, excepto un único factor: que todos, irremediablemente, de una manera u otra, nos vamos a morir. La única bendita regla que tiene este juego corrupto es que se acaba. Todo lo demás es un enigma.

Así que a vivir señores, sin preocuparse de más. Sin miedos, sin caretas, sin cálculos…sin recetas. A ver si aprovechamos que ahora si hay smile shutter y por ahí que le dejamos al de al lado una imagen con sonrisa. De que llega, llega. La vaina está en que nos encuentre recontra vivos. Sólo así garantizada está nuestra voz en los oídos esperanzados de los que se queden.
Como la suya en los míos. Fuerte, infinita, inmaculada, preciosa…



gracias por todo minga…te extraño…



miércoles, 2 de septiembre de 2009

Febrero 15


Frente al espejo y sin mirar mucho alcanzó a ver rezagos de las sobras. Las sobras del amor que comen algunas flores nocturnas (Silvio dixit) y que hoy nos susurran que hubo alguien que recuerda vagamente haber oído a lo lejos a un fulano sospechar que alguna vez ese espejo dibujó a un hombre y que andaba alegre. Que a ese hombre una novela de su autoría le quitaba el sueño por las ganas de jamás escribirle un epílogo. Pero la vida (y todos sus enigmas) acechan y atacan sin pedir permiso. Sanseacabó. ¿Pero…por qué? ¿Oe, y ahora? ¿Qué viene después del amor? ¿A qué sabe esta mezcla de adiós y bienvenida? ¿Desde cuándo el masoquismo y tu recuerdo coquetean tanto? ¿Por qué duermen al pie de mi cama? Abrió un ojo a la vez, se dijo “estás tranquilo” y se lo creyó. Se puso su peor cara de lunes y se abrió camino entre tanto recuerdo hasta una puerta que no tuvo miedo de abrir. Caminó sacudiéndose frases ajenas y la costumbre de hablar en plural. En la esquina de “olvídate” con “lúchala” sintió miedo, pensó poco y una sombra lo devolvió a su casa, masticando más preguntas que respuestas. Tomó sus dos medias tazas de café sentado ahí, al costadito de su ausencia. Oyó un sinfín de “Dios sabe por qué hace las cosas” y “vas a ver que todo va a estar mejor” como si de clichés se alimentara uno. Sobrevivir fue su nuevo apellido y el cajón del otro lado de la cama, el pseudorefugio de un fantasma que vivía en todos lados; o casi todos, que no es lo mismo, pero es igual.

Algo así son los días (en technicolor) de un tipo que, con la sorpresa de un estornudo, vio finiquitadas sus ilusiones con una mujer, su mujer…esa… sí, esa… la coprotagonista de su álbum familiar. Pasó por el trance de botar las cajas de zapatos con las fotos y los cachivaches que en algún momento no lo fueron. En un brote de populismo me da por destrozar las teclas de mi laptop para elevar mi voz ante un tema tan propio y a la vez tan compartido. Y es que encuentro difícil de creer que haya alguien en este mundo o en cualquier otro que no haya pasado por esto, y si lo hay, es muy probable que haya andado por la vida provocando rompimientos por el terror incontrolable que le provoquen uno. Pero como son muy pocos, los despreciaré, sino, que levanten la mano (gracias Grupo 5).

Pasa de cuando en vez que nos vemos accionistas únicos de una libertad forzada que viene con tanta violencia como inutilidad. Libertad. Un ideal que llevó a tantísima gente en tantísimos lugares y por tantísimo tiempo a morir y matar. Y ese día, entre dos miserables personas, en ese metro cuadrado, en cuestión de segundos, te importa menos que el PBI per cápita de Bangladesh. Simplemente no la quieres. No te sirve. “¿Para qué quiere la libertad en la luna un tigre?” (R.A).
El quid del asunto no está en ningún lado. Si pensaste que leyendo mi blog encontrarías una conclusión, una ayuda, un tip, te equivocaste.
El amor, al nacer y morir de ti y de mí, nos ha heredado todo y resulta tan estúpido, precioso, imperfecto, implacable, simple y complicado, nervioso, dubitativo, cobarde y maravilloso como nosotros mismos.
Después de tanto adjetivar, surge la pregunta inevitable: ¿Por qué nos enamoramos? Sinceramente no lo sé. Maybe because it tastes too damn good.
Bye.

PD: leí el final y me sonó mejor en inglés.

Excusas

Una disculpa. Una justificación que ruega por ser excusa pero sabe que no podrá serlo (para los que no se han percatado el motivo, bastará con comparar las fechas entre la primera y segunda entradas).
Celos: dícese del sentimiento que acompaña al temor de perder a la persona amada en beneficio de un rival real o imaginario (Encarta).
Muy estúpidamente, me aventuré a escribir en este ciberespacio -inexplicablemente comunista y universal pero mío al mismo tiempo- con la seguridad plena del que confía en sí y en poseer el valor requerido para escribir las idioteces que piensa. Nunca volteé sobre mi hombro a ver si debía o si estaba preparado para. El resultado: una entrada en el blog que pasó en un segundo de pionera a solitaria debido a una definición que compartí líneas arriba. Me dio celos. Celos de compartirme con cualquier patasucia que llegue por obra y gracia del destino a mi blog. Celos de que mis pensamientos, miedos, risas, muertes, cuentos, vergüenzas, chistes, horrores, protestas y ¿qué se yo? …cojudeces; puedan ser masacradas salvajemente por ojos burlescos o peor aún, indiferentes. Celos. Así de ridículo. Así de simple.
Ahí les fue mi justificación que rogó por ser excusa pero que sabe que no lo fue. Mi disculpa.
Cierro paréntesis. Fue.