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sábado, 19 de marzo de 2011

Quimera




Sé que lees. Sé que lo disfrutas. Sé que a veces no quieres pero de uno u otro modo terminas volviendo a mi blog. Sé que lo escudriñas, lo recomiendas y que a veces hasta lo lees más de una vez. Sé que te alegran, te apenan, te curan y hasta te describen mis palabras.

Sé que crees que no me conoces, que no deberías.
Sé también que piensas que este post no se trata de ti.
Sé que no sabes, pero que por lo menos intuyes que te regalé una amistad empapada de mentira, borracha de intenciones que tus ojos infinitos se encargaron de sembrar. Sé que fue un chispazo, una insignificancia disfrazada de noche, de risa, de arena, de almuerzos... de todo y nada. Sé que debo declararme culpable de hacerte madre de mis sueños sietemesinos. Sé que mi condena será sentirte, día a día, olor a ayer.

Sé bien qué día es, que es tuyo, que no tengo derecho, que no debo, que no pude...pero fue tu maldito vaivén el que me marchitó el valor, el que me obligó a pensar en Braille. Sé que llegará el bendito día en que te vuelva a ver, que haré de cuenta que nunca escribí éstas líneas y tú, cómplice de la vergüenza, que nunca las leíste.

Sé que esa fe que te pedí es el débil pulso que le queda a esta historia inexistente, borrosa, enferma de quizás. Sé que no sé nada. Sé que tú tampoco. Quisiera no saber nunca, y que aparezca, de puntitas, el bendito celestino disfrazado de nosequé y (¿por qué no?) hacer trizas el quizás.

Quizás de mierda. Qué ganas de sacarle la chochoca.