Bienvenido. Lee de abajo hacia arriba. O de arriba hacia abajo. O como quieras. O no leas.



domingo, 19 de abril de 2015

Tuve que, punto





Pero tuve que hacerte daño. Tuvo que pasar porque nunca quisimos que no pase. No lo planeamos y siempre tuvo aroma a dogma, a hecho, a certeza. Aceptémoslo, los dos supimos siempre que –temprano o tarde- iba a suceder. Yo vivo con el arma sin seguro, apuntándole a la vida entre los ojos. Abrí fuego a tu alcance en plena huida; sabiéndote en otro sitio, al tanto que andabas un camino sucio que se robaba toditos nuestros martes. Aterrada que el Fa menor del piano de mi abuela me apeste siempre a “casi”; que sólo existas en mi oficina descentralizada de utopías; que ya no tenga sed de imaginarte.    
Tuve que hacerte daño porque era lo correcto. Porque lo necesitabas. Porque te quise siempre afligido, meditabundo, volando en otras dimensiones. Porque en realidad es kunderianamente insoportable la asquerosa levedad del ser. Te traje a empellones más acá; donde el mundo pesa, donde duele, donde hastía.

Tuve que hacerte daño porque tú lo quisiste así.
Porque el suelo ansiaba a gritos tu sangre.

Porque te hace bien.

Porque te hace .


Porque me hace yo.