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domingo, 22 de noviembre de 2009

Bitácora

Claro pues, si ni tiempo tuve. Me encuentro conmigo luego de un infinito periodo de absoluta dedicación al estudio y el primer espejazo que me ataca me revela una ensalada mental de fresquísimos watts, perfectos voltios y suculentos hertz, unas tajadas de amperios, unas gotitas de celsius y una espolvoreada de bar y ohms al gusto. Cuesta recuperarse de los embates del estudio, pero finalmente empiezo con ganas de haber empezado desde hace mucho, porque en este periodo indefinido de silencio cibernético encontré una y mil cosas por las que valía la pena derramar una que otra idea en este mi espacio, mi última hoja de cuaderno escolar. Y es que, (y de esto también protesto) estamos condenados a hacer siempre lo que debemos, lo que es importante y dejamos de lado lo que en un momento nos revienta con antojos; sino no hubiese permitido que las horas de silencio me arrebaten las palabras que le quise regalar a la blogósfera en su debido momento y que harían de este post, varios.

Descubrí (con la cursilería con la que lo describo) a dos personitas unidas por un solo corazón que, por supuesto, se nos fueron por no cubrir la cuota mínima de egoísmo humano; imprescindible para cualquier parroquiano que se atreva a dar un paso en este mundo. Que hay quienes regatean con la vida y que en Holanda la libertad es tan natural como la lluvia. Decidí dejarme de vainas con lo del “cuerpo de kion” (pese a haber despertado carcajadas a propios y extraños), comer responsablemente y aceptar que mi adicción a la nicotina es incontrolable por la sencilla razón de que me gusta demasiado. Encontré personas que se encontraron entre ellas y sentí miedo de olvidarme de un fulano de tal al que alguna vez oí que le decían Cupido. Me vi tocando “La Bamba” por Skype y agradeciendo a nosequién por llevarse mi guitarra hasta mi Yoyis, y aún más por regalarme el milagro de su baile; desintegrando los miles de kilómetros que dizque nos separan. Aprendí que ya estuvo bueno de aprender y que una maya me ametralla en el sosiego, y que aún así, en el misterio, me inflama los segundos. Me hallé contento con la fuerza de haber sido, y la ilusión de ser de nuevo. Corrí (sí, corrí), pequé, bailé y me senté en el suelo. Decidí no envenenarme las mañanas con noticieros y manejar cantando la nueva ola. Cultivé la cultura del slow down y la del hurry up (mayormente la última). Me volví mar y lo disfruté. Lo convertí en mi vida. Mastiqué hasta siete veces los carijos, y de vez en cuando, me los tragué.

Viví, qué más se puede decir. Y es que hubo tanto de qué hablar, de qué callar. Claro pues, si ni tiempo tuve. Una lágrima con rostro se subió a mi carro y me hizo conocerle mucho en muy poco, sin previo aviso, como suelen escribirse algunos capítulos, esos que escasean más que las navidades felices; los de a de veras. Oí que el mundo se acaba el 2012 y que no necesariamente a cada respiro, estamos más cerca. Concluí que se va la vida y que aún no sé nada. Confío que la próxima vez que crea saber alguito lo escupiré en uno de estos posts que tienen tanto de divertidos como de caóticos.

¿Qué cuándo será eso? ¿Cuánto tendrá que suceder en el interín? ¿Cuándo me golpeará la ingenuidad de querer empezar de nuevo? ¿Será mañana? ¿De repente antes de ti? ¿Después? No tengo respuestas. Luego de hurgar en mis fracasos, quiero pensar que (sin ánimo alguno de análisis) bastará con esperanzarme diciendo: “un lunes señor Vallejo, un lunes cualquiera”...

(Tssss…chasa conmigo!!!)