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jueves, 13 de octubre de 2011

Diez veces diez

Conté diez veces hasta diez. El espejo, implacable, repitió de nuevo lo mismo. Ya lo sé. Sé que casi 28 años después me parezco más a Charlie Harper que a Ernesto Guevara. Lo inexplicable del asunto es que ya poco o nada me importa. Poco o nada ver si me veo viéndote. Poco o nada de lo que fui, poco o nada de lo que seré. Nada o poco me faltas, nada o poco me acuerdo. Nada necesito de nadie. Poco de mí, muy poco de ti, nada del resto.
Sin ánimo alguno de exagerar, estoy preocupado de andar despreocupado. Me casé con la soledad y, aunque me vi a poco de enviudar, creo que nos hemos unido como nunca. La quiero, a veces. La odio, a veces. Pero siempre estamos juntos. Estoy borracho de un alpinchismo crónico que me impulsa a andar la vida sin caminarla, sin mirar nada más que mis propios pies dejando atrás un camino que, si lo vi, fue de reojo. Y sí, no me importa. Tengo miedo de acostumbrarme a no necesitar de nadie, a  no recibir la llamada de "¿llegaste bien a tu casa?" y a cucharear a nadie las tardes de los "lunes no laborables", más conocidos como domingos.

Si tú que lees estuviste en mi cama, fue sola, o con un hijo de puta, que es lo mismo. Ahórrate los gritos y las pifias y las llamadas y los insultos y el vino y el malecón y los cafés cargados y las medias noches y las ganas de correr. Todo ya sé cómo viene. Todo parece escrito ya. Todo tan estúpidamente distinto. Todo tan estúpidamente igual. Si vuelves a mi cama trae algo nuevo, que yo sigo siendo el mismo imbécil.

Cuento diez veces hasta diez. Já...como si fuera a mentirme.

"Por mucho que me duela debo admitir, que otras me ven sin ropa y tú desnudo". J.S

(No se asusten lectores. Ése no soy del todo yo. Ojo, muy hábilmente, dije "del todo").