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lunes, 29 de octubre de 2012

Shh




Tal vez la felicidad es mi mejor mordaza. Tal vez me entumece los dedos o tal vez los ensucia con flojera. Tal vez me avienta encima un baldazo de timidez -cortesía de algún niño sentado en alguna última fila de algún salón de alguna primaria- o tal vez la sonrisa que ahora paseo es simplemente la kryptonita de mis coplas. Tal vez ya no sepa con qué más compararla, pero tengo que ordenar estos caracteres para decir lo que todos sabemos: ya no escribo.  Lo absurdo del asunto es que no sé exactamente por qué. Escribo, sí…pero no para la blogósfera. Escribo para mí, para nosotros, y sí…para ella.

 Las palabras y yo no hemos roto nuestro romance ni borrado nuestros teléfonos ni quemado nuestros cachivaches de caja de zapatos. Aún nos buscamos y nos cuidamos las espaldas, pero menos públicamente que antes.  Aún siguen siendo ése lado frío de la almohada de verano, a las que volver resulta tan placentero como el sexo con la persona incorrecta o despertar con la correcta.

Tal vez el silencio cibernético me oxida la pluma y me entorpece las yemas, el intelecto, las vergüenzas. Tal vez me abandona imberbe, carente y hambriento de la vorágine creativa de la que alguna vez me sentí, indiscretamente, una víctima placentera; de ésas que se dejan arrastrar confiadamente como quinceañera borracha. Tal vez ese mismo silencio es el retroceso que da el tigre antes de saltar, o alguna otra de esas salchipapescas analogías que usamos para autocojudearnos cuando sabemos que la estamos cagando. Tal vez quedarme callado es precisamente eso…no cagarla. Tal vez es cagarla mucho más.

Tal vez este post es la resaca de una embriaguez de culpas, de alegrías, de arrebatos.

Tal vez no vuelvo a chupar nunca más.
Tal vez no quiero dejar de chupar.  
Talvezderepentequizáspuedaser que simplemente jamás empecé.



Oe….¿chasa, no?