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sábado, 30 de mayo de 2020

Dormir





Tu recuerdo lo uso para dormir.
Dejo mi cuerpo quieto por varios minutos mientras mi mente malabarea las escenas. Casi casi puedo verte, por el rabillo del ojo, tipeando abstraída mientras te hago algo de comer. Casi casi te oigo renegando por tararear una canción que dices que odias, pero que no. Casi casi que me ataca tu olor, ileso y debajo del perfume, cuando has llegado a casa y te quitas la chalina. Casi casi hasta que siento el peso de preguntarte eso que me confirma que me miras, pero que no me ves.

Cambio de posición hacia el otro lado sin abrir los ojos y me vuelvo a asir a él. Anteayer es ese globo de helio que ha de sacarme del mundo de los vivos hasta que haya luz, ruidos de despertador y aroma a café. Relajo la espalda, acomodo la almohada, cavilo. Casi casi que se me enfrían las manos de soltar las tuyas y verte bailar, entre el miedo y la adrenalina, hacia la puerta de un avión. Casi casi que me sabe a sal el aire del trigal que atraviesa tu bicicleta, de sur a norte. Casi casi que el susto y mis ansias de cuidarte me quitan, en medio segundo, los siete gintonics que llevo encima.

En teoría lo uso para dormir…en teoría. Heme aquí con la noche a cuestas, hurgando en el tiempo, queriendo y odiando, escudriñando el sinnúmero de palabras que existen hasta encontrar ésas que le dibujen perfectamente el contorno a una huella.
Iluso.

El olvido llega y que conste aquí esto. Aquí, en este inservible intento de demostrar que no. Que aquí conste que llega, que todo lo inflama y que sabe quedarse.
Habrá que vivir. Eureka
Habrá entonces que salir al mundo y ver, oler, odiar y amar. Habrá que sentir pesos, miedos, viento y manos frías…habrá que hacerlo todo de vuelta. Habrá que vivir mucho para recordar siquiera poco, o acaso algo.

Habrá que vivir para recordar y -esto tiene que decirse- también para dormir. También para dormir.