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sábado, 29 de diciembre de 2018

Entérate



Que te voy a mentir.

Que te sacaré de la mundanidad del cubículo, los semáforos y las dos medias tazas de café. Que te diré de vuelta lo que oíste una noche serena, cuando niña. Haré que la arena te mime los pies hasta el borde de la orilla, entre un siempre y un adiós. Lo que no diré es que es ahí y sólo ahí donde las olas rompen, tarde a tarde, a llorar.

Que soy un hombre intacto.
Que lo único a quitarme es la ropa…que no traje nada más. Que tu calor ha de quedarse en mi cama hasta que vuelvas; que mi espalda reclama a gritos a tus uñas; que sé que sabes que no es cierto. Que tocaré tus bemoles -uno a uno- en un allegro de tu ruido y que, a la mañana, lacónico, lo he de tararear al desayuno.
Que me miras pero que me ves.

Que cuando fisgo a la nada pienso en ti y en el modo exacto en que te derramas sobre el domingo. Que nunca miro atrás. Que no revivo la arboleda y el canal y el trigo y el molino y la risa y la bicicleta. Que acaso es retrato de lo suficiente; que desde entonces se echa de menos respirar.
Que no.

Que soy huérfano de hijo, árbol y libro…que eso de algo importa. Que has de subir la guardia con los poetas; que te adoren es quedarte detenida, abrigada por fonemas, inexorablemente ajena a todo aquello que se osa llamar tiempo. Que has de espantarlos, que sin darte cuenta te puedes hacer eterna; y que, a veces, morirse no es para tanto.

Por favor, entérate mujer.
Que soy un hombre intacto, aunque de hijo de puta llevo hasta las huellas. 
Entérate ya.

jueves, 25 de octubre de 2018

Si tan sólo



Si volviese a escribir tendría muy pocas cosas que decir. 
Y es que hoy por hoy hablo mucho y no digo nada; mucho más es lo que musito, lo que mastico, lo que rumio cada dos pedazos de vida, aquellos trozos de película sucia a los que los intactos llaman domingos por la tarde.

Si se apagasen de una puta vez las cenizas de la felicidad y la viese caer muerta sobre la arena, tal vez mis nostalgias harían por fin el paseíllo. Quizá entonces mis dedos vacíos tendrían el cuajo de darle a las teclas alguna suerte de orden que traiga consigo un aroma de otrora, un valse del ayer, un trazo que pinte de pésimo modo el tipo que he sido. Pues eso...quizá.  

Si venciese acaso el horror que la página en blanco le pone a mis huesos, diría que no me hace falta nadie…ni siquiera ella. Que donde acaba la calle una vuelta a la izquierda nos dejó a ambos mucho más cuerdos pero menos vivos y que, de acabarse este otoño, podremos ya empezar a olvidar todo lo que no recordamos y lo que a veces y lo que sí. Carajo, tal vez hasta lo de a diario.

Si tuviese el descaro inmenso de hacerlo todo de nuevo tendría que inventarte toda de vuelta.  Habría que venir al “siempre” del odio a las prisas, las anáforas y el despertador. Entonces vivir volvería a tratarse de columpiarte en cada frase, de dibujarte en cada espejo, de tararearte en cada risa e imaginarte en cada esquina de cada calle de cada jueves de cada año. Escribir una vez más sería entrar en ti, en la profundidad de tu espalda, en la torpeza de mis manos, en el beso que aún no te he dado, en la esperanza de volverte a encontrar.


Si tan sólo pudiese volver a escribir…si tan sólo.