Tú eres esa mujer a la que se le pinta un retrato. La que le exprime al pincel roído el trazo perfecto, la línea precisa, la sombra justa. La que desdice los colores y los vuelve a inventar. La dueña de los ojos llenos que el pintor no sabe cuánto entenderán.
Tú eres esa mujer.
Tú eres esa mujer a la que se le compone una canción. La que
empapa los silencios viejos, los pianos sucios, las cuerdas flojas. La que
desdice los sonidos y los vuelve a inventar. La dueña de los pies cansados que
el cantor no sabe para dónde van.
Tú eres esa mujer.
Tú eres esa mujer a la que se le escribe un post. La que inflama
las letras tímidas, el verbo herido, las frases quietas. La que desdice los
adjetivos y los vuelve a inventar. La dueña de los sueños vivos que el escritor
no sabe si alguna vez morirán.
Tú eres esa mujer que transforma lienzo, partitura, hoja en
blanco. La que es vino y noche, foto y canto, pueblo y árbol.
Tú eres esa mujer. Ésa.
La que siempre quise.
La que nunca hallé.
La que me halló a mí.
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